Escuela Básica Casa Azul
 

Hace 60 años, el lugar donde hoy está Casa Azul pertenecía a la señora Pastora, partera de la población Malaquías Concha, en la actual comuna de La Granja. El sitio tenía entonces mil metros y daba a una calle, al frente de la cual se levantaría, años más tarde, la población Yungay.

Del frontis de esa casa -que luego compró la Parroquia San Pedro y San Pablo y donó a la escuela- poco ha cambiado, pero puertas adentro todo es distinto. Convertida en escuela básica, con un singular proyecto de autogestión local, en Casa Azul existe una comunidad educativa de calidad, que acoge a los niños y niñas de la población Yungay y alrededores, sin selección alguna.

La idea se remonta a 1985, cuando un grupo de jóvenes, cercanos a la comunidad cristiana de base, acompañaba a jóvenes consumidores de neopren. La   agrupacion se denominaba los Bacanes. Funcionaba en el mismo lugar donde hoy se encuentra la Escuela Casa Azul. Ya por los años 90, Carlos Mellado Reyes, un profesor de educación básica que vivía en la población y hacía clases en La Pintana, acompañado de otros vecinos  y jóvenes, decidieron dar un salto mayor  "crear una escuela fue una idea que cayó por su propio peso", recuerdan hoy.

"Era 1992 y, recordando nuestra propia experiencia infantil en una escuela que incluía y respetaba las diferencias, pensamos en cómo dar una respuesta educativa para estudiantes que empezaban a ser segregados a causa de esquemas educativos rígidos y descontextualizados", señalan sus fundadores.

Sumando a más pobladores, que se capacitaron como profesores -entre ellos, Juan Uribe, uno de los fundadores de la escuela- abrieron las puertas de una escuela única en su género, que hoy suma cerca de 200 niños y niñas de kinder a 8º básico.

Se han preocupado de cada detalles y aclaran que no les interesa ser un "programa social acogedor", sino una escuela "donde nuestros niños y niñas crezcan teniendo conciencia de analizar, criticar y crear". Pese a ello, se defienden de los "enseñadores de lenguaje o matemáticas", porque el sello aquí es "acompañar en un proceso de descubrimiento de la propia situación para, desde allí, plantearse el desafío de ser buenas personas, además de solidarios y sensibles a lo que le pasa al compañero o al vecino".